23 de marzo de 2012

Son sueños.

Fui la última en salir del tren en el que había estado metida tantas horas sólo por verle. Llegué, estaba perdida en aquel lugar. No sabía para dónde tirar, pues acababa de llegar. Yo no conocía eso. Era nuevo todo. Esperé a que la gente saliera de la estación. Llamé a un taxi, para que me llevara a cualquier sitio para dormir, él no sabía que iba a verle. Quise que fuera una sorpresa.
Una vez montada en el taxi, el taxista me preguntó a dónde me quería dirigir exactamente, lo que abrió una conversación que se acercaba a ser un cuestionario.
-¿Hacia dónde la dirijo, señorita?
-Ah, es cierto, no se lo he dicho... Verás, es que... no sé exactamente a dónde quiero ir.
-Pero señorita, entonces, ¿a dónde la llevo? ¿Para qué ha llamado si ni siquiera usted sabe a dónde va? Es que no entiendo a las jóvenes de ahora.
-Señor... no era mi intención enfadarlo, lo siento, de veras.
-No se preocupe, no debería haberme puesto así, tampoco sé por qué razón está aquí, lo siento yo, señorita. ¿A qué especie de sitio quiere ir?
-Me serviría cualquier hotel para quedarme una noche, al día siguiente iré a ver a mi chico.
-Está bien, le llevaré al hotel Marina Blanca, no es demasiado caro y sus instalaciones son geniales. La calidad de limpieza y comodidad es extrema, se lo aseguro.
-Está bien, gracias.
Desde ese momento hasta que llegamos no hablamos nada.
Cuando llegamos, le pagué lo que me había costado el trayecto desde la estación y le pedí perdón por lo antes ocurrido, a lo que él contestó:
-No es nada, uno ya es viejo y ha vivido cosas peores. No se preocupe y suerte con su chico. Buenas noches.
Llegué a la recepción del hotel, pedí habitación y, afortunadamente, habían habitaciones libres.
Pasé la noche y a la mañana siguiente me vestí como un rayo. En la barriga tenía algo. Sería el típico dolor de nervios, o eso pensé. Recogí mis cosas y me fui del hotel. Llamé a un taxi, y al subirme le enseñé al taxista -que esta vez era joven- un folio donde llevaba escrita la dirección de Ben. Ben se llamaba. Tenía nombre bonito.
Llegué al edificio donde vivía Ben y toqué al timbre. Vi como la puerta se abría poco a poco. Le vi el flequillo y...
*Tirirí ririrí ririrí *
Me levanté y apagué la alarma del móvil. Pensé e intenté recordar qué había pasado. Claro, había sido un sueño. Odio los sueños, pero a la vez me encantan. Me encantan porque son películas que ves mientras duermes; pero a la vez los odio porque me deja con las ganas de que pase lo que he soñado. En este caso, hasta con las ganas de tener un Ben por el que levantarme y sonreír cada mañana.

.

'Es ella, es ella'- frase que se te mete en la cabeza. 
Miles de impresiones te vienen a la mente, sin saber qué son exactamente. Dudas estar bien en ese sitio, pero entiendes que es lo que ha tocado esta vez. A ellos los seguirás viendo, gracias a Dios. Son mi apoyo, mi revolución. Son la carne de mi uña. 

Fíjate.

Dicen que eres un niño aún. Que eres pequeño. Que ya te darás cuenta de todo. Pero claro, hablan sin saber cómo estás, cómo has pasado el día, en qué has pensado, qué cosa ocupa tu cabeza en el momento...
Siempre pensando en ellos nos echan las cosas en cara, nos hacen sentir menos. Y la impotencia que siento a mirar a esa gente es grande. Mucho. Como ver que hacen daño a alguien que quieres y no poder hacer nada, o simplemente ver cómo te afecta lo que te dicen diariamente y tener que callarte la boca. Quiero cambiar esto pronto.

21 de marzo de 2012

Paredes.

Aquí te quieren dos personas contadas. DOS. El dos es un número pequeño; te sobran tres dedos de una mano. Pensando llegamos a la conclusión de que da pena que te cruces con tanta gente que en un principio crees que merecen la pena, pero que si te giras oyes las puñaladas. Está claro que lo mejor que puedes hacer es cerrar los ojos y esconderte en tus recuerdos, que son cajas oscuras; cuatro paredes que lo repiten todo haciendo eco; cuatro paredes que lo conocen todo sobre ti; cuatro paredes que duelen. Esa sensación de meterte en la oscura habitación de lo que un día pensabas que estaba olvidado es... es... es.

Todos vs Tú.

Todos contra uno, creyendo que pueden con él, pero en un momento todo se para y da la vuelta. Los niños se vuelven grandes, impidiendo la palabra de aquellos que saben sobre esto en lo que vivimos; vida. Vida dicen que se llama. También dicen que es bella... no lo creo.
'Te queda mucho por vivir y pasar', 'Aún no lo has vivido todo, no sabes nada'- dicen las sombras que pasan por el lado rozando la irrealidad.
'No sabes lo que dices', 'Te la vas a cargar'- frases que se oyen a montones, como si hablaran a ratones.
Creo que no sé nada. Sólo sé que para vivir lo que he vivido, quiero irme rápido, cambiar de rutina, conocer a los que verdaderamente me quieran y vivir así feliz. Pero sé que es difícil, imposible, por tanto, me quedo así hasta que todo acabe, que no sé si será pronto.

La realidad.

Aire. Olvido. Somos eso. Somos el aire que pasa de un lado a otro sin conseguir nada. Aire que un día quedará en el olvido de todo un universo. Un universo pequeño, dos o incluso tres personas, no más, pero siempre universo formado por esos corazones que siempre miraron por tu lado.